capitulo once:
Mientras trotaba esquivando los baches del aparcamiento, lali apretó
el mando del llavero para abrir a Magda, su coche, y se sentó en el asiento
del conductor. Unas currucas amarillas cantaban en un haya, sobre su
cabeza; lali conocía su canción de memoria. Hacía un día caluroso y
soplaba el viento, pero al aparcar debajo de los largos brazos del árbol, el
interior de Magda se había mantenido fresco.
Magda era un Jeep Cherokee rojo, heredado de Rhoda. Era demasiado
nuevo y demasiado rojo para que pegara con lali. Con las ventanillas
subidas, no se oía nada de fuera, y se imaginaba que estaba conduciendo
una tumba. Cat había insistido en llamar al coche Magda, para que como
mínimo el Jeep sirviera para reírse. No era ni con mucho tan guay como el
Lincoln Continental azul claro de su padre, con el que lali había
aprendido a conducir, pero al menos tenía un estéreo de muerte.
Conectó su teléfono y puso la KBEU, la emisora de radio online del
instituto. Todos los días, después de clase, pinchaban las mejores
canciones de los mejores grupos indie locales. El año anterior, lali
había colaborado en la emisora; tenía un programa que se llamaba
Aburrida en el bayou, los martes por la tarde. Le habían guardado el
espacio para el nuevo curso, pero ya no lo quería. La chica que solía
pinchar el viejo zydeco improvisado y el más reciente mash-up era alguien
a quien apenas recordaba, mucho menos intentar volver a ser como ella.
Bajó las cuatro ventanillas, abrió el techo y salió del aparcamiento con
el tema «It’s Not Fair», de los Faith Healers, un grupo formado por unos
chicos del instituto. Se había aprendido de memoria todas las letras. El
ritmo alocado le impulsaba las piernas, haciéndola ir más rápido en sus
carreras, y había sido el motivo por el que había desenterrado la vieja
guitarra de su abuelo. Había aprendido ella sola unos cuantos acordes, pero
no había vuelto a tocarla desde primavera. No podía imaginarse la música
que haría ahora que Diana estaba muerta. La guitarra estaba acumulando
polvo en un rincón de su habitación bajo el pequeño cuadro de santa
Caterina de Siena,
que lali había birlado de la casa de su abuela Sugar
después de que falleciera. Nadie sabía de dónde había sacado Sugar el
icono. Desde que lali tenía memoria, el cuadro de la santa patrona,
protectora contra el fuego, había colgado sobre la chimenea de su abuela.
Sus dedos se aferraron al volante. anais no sabía de lo que estaba
hablando. lali sentía cosas, cosas como… enfado por haber perdido otra
hora en otra monótona consulta terapéutica.
Y había más. Escalofríos de miedo cada vez que cruzaba un puente,
aunque fuera cortísimo. Una tristeza debilitante cuando pasaba las noches
en blanco en su cama. Una pesadez en los huesos cuyo origen tenía que
localizar de nuevo cada mañana cuando sonaba la alarma del teléfono.
Pena por haber sobrevivido y que Diana no lo hiciera. Ira porque algo tan
absurdo le hubiera arrebatado a su madre.
La inutilidad de buscar venganza contra una ola.
Inevitablemente, cuando se permitía seguir los tristes desvaríos de su
mente,lali acababa llegando a la inutilidad. Lo inútil la enfadaba. Así
que cambiaba de dirección y se centraba en cosas que sí podía controlar,
como volver al campus y la decisión que la esperaba.
Ni siquiera Cat sabía que lali podía aparecer aquel día. La 12K solía
ser el acontecimiento más importante para lali. Sus compañeras de
equipo se quejaban, pero para lali, sumirse en la zona hipnótica de una
larga carrera era rejuvenecedor. Una parte de ella quería competir con los
chavales del Manor y a la otra no le hubiera gustado nada más que dormir
durante meses.
No le daría a anais nunca la satisfacción de reconocerlo, pero lali sí
se sentía completamente incomprendida. La gente no sabía qué hacer con
una madre muerta, y mucho menos con su hija suicida viva. Las palmaditas
automáticas en la espalda y los apretones en los hombros la ponían
nerviosa. No comprendía la falta de sensibilidad necesaria para decirle a
alguien: «Dios debía de echar de menos a tu madre en el cielo» o «Esto te
hará mejor persona».
La camarilla de chicas del instituto que nunca le había hecho ni caso
pasó por su buzón tras la muerte de Diana para dejar una pulsera de punto
de cruz con pequeñas cruces. Al principio, cuando lali se topaba con
ellas en la ciudad sin nada en la muñeca, evitaba mirarlas a los ojos. Pero
después de intentar suicidarse eso ya no resultaba un problema. Las chicas
eran las primeras en apartar la vista. La compasión tenía unos límites.
------------------------------------continuara---------------------------------
quizás los cap sean mas cortos
-comenten
-besos isi
-nara recomen dame noves cuales son buenísimas?
"buen-isi-ma" aswjamjsak yo me entiendo
#soloisi
okno
bye
Mientras trotaba esquivando los baches del aparcamiento, lali apretó
el mando del llavero para abrir a Magda, su coche, y se sentó en el asiento
del conductor. Unas currucas amarillas cantaban en un haya, sobre su
cabeza; lali conocía su canción de memoria. Hacía un día caluroso y
soplaba el viento, pero al aparcar debajo de los largos brazos del árbol, el
interior de Magda se había mantenido fresco.
Magda era un Jeep Cherokee rojo, heredado de Rhoda. Era demasiado
nuevo y demasiado rojo para que pegara con lali. Con las ventanillas
subidas, no se oía nada de fuera, y se imaginaba que estaba conduciendo
una tumba. Cat había insistido en llamar al coche Magda, para que como
mínimo el Jeep sirviera para reírse. No era ni con mucho tan guay como el
Lincoln Continental azul claro de su padre, con el que lali había
aprendido a conducir, pero al menos tenía un estéreo de muerte.
Conectó su teléfono y puso la KBEU, la emisora de radio online del
instituto. Todos los días, después de clase, pinchaban las mejores
canciones de los mejores grupos indie locales. El año anterior, lali
había colaborado en la emisora; tenía un programa que se llamaba
Aburrida en el bayou, los martes por la tarde. Le habían guardado el
espacio para el nuevo curso, pero ya no lo quería. La chica que solía
pinchar el viejo zydeco improvisado y el más reciente mash-up era alguien
a quien apenas recordaba, mucho menos intentar volver a ser como ella.
Bajó las cuatro ventanillas, abrió el techo y salió del aparcamiento con
el tema «It’s Not Fair», de los Faith Healers, un grupo formado por unos
chicos del instituto. Se había aprendido de memoria todas las letras. El
ritmo alocado le impulsaba las piernas, haciéndola ir más rápido en sus
carreras, y había sido el motivo por el que había desenterrado la vieja
guitarra de su abuelo. Había aprendido ella sola unos cuantos acordes, pero
no había vuelto a tocarla desde primavera. No podía imaginarse la música
que haría ahora que Diana estaba muerta. La guitarra estaba acumulando
polvo en un rincón de su habitación bajo el pequeño cuadro de santa
Caterina de Siena,
que lali había birlado de la casa de su abuela Sugar
después de que falleciera. Nadie sabía de dónde había sacado Sugar el
icono. Desde que lali tenía memoria, el cuadro de la santa patrona,
protectora contra el fuego, había colgado sobre la chimenea de su abuela.
Sus dedos se aferraron al volante. anais no sabía de lo que estaba
hablando. lali sentía cosas, cosas como… enfado por haber perdido otra
hora en otra monótona consulta terapéutica.
Y había más. Escalofríos de miedo cada vez que cruzaba un puente,
aunque fuera cortísimo. Una tristeza debilitante cuando pasaba las noches
en blanco en su cama. Una pesadez en los huesos cuyo origen tenía que
localizar de nuevo cada mañana cuando sonaba la alarma del teléfono.
Pena por haber sobrevivido y que Diana no lo hiciera. Ira porque algo tan
absurdo le hubiera arrebatado a su madre.
La inutilidad de buscar venganza contra una ola.
Inevitablemente, cuando se permitía seguir los tristes desvaríos de su
mente,lali acababa llegando a la inutilidad. Lo inútil la enfadaba. Así
que cambiaba de dirección y se centraba en cosas que sí podía controlar,
como volver al campus y la decisión que la esperaba.
Ni siquiera Cat sabía que lali podía aparecer aquel día. La 12K solía
ser el acontecimiento más importante para lali. Sus compañeras de
equipo se quejaban, pero para lali, sumirse en la zona hipnótica de una
larga carrera era rejuvenecedor. Una parte de ella quería competir con los
chavales del Manor y a la otra no le hubiera gustado nada más que dormir
durante meses.
No le daría a anais nunca la satisfacción de reconocerlo, pero lali sí
se sentía completamente incomprendida. La gente no sabía qué hacer con
una madre muerta, y mucho menos con su hija suicida viva. Las palmaditas
automáticas en la espalda y los apretones en los hombros la ponían
nerviosa. No comprendía la falta de sensibilidad necesaria para decirle a
alguien: «Dios debía de echar de menos a tu madre en el cielo» o «Esto te
hará mejor persona».
La camarilla de chicas del instituto que nunca le había hecho ni caso
pasó por su buzón tras la muerte de Diana para dejar una pulsera de punto
de cruz con pequeñas cruces. Al principio, cuando lali se topaba con
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ResponderEliminaresos son Algunos te recomiendo que te leas todas las noves que suben y subieron en esos blogs están todas GENIALES! Besos
ResponderEliminary subí más! =D
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